miércoles, 14 de enero de 2015

Queridos hermanos del ideal

Queridos hermanos del ideal,
Sea la paz en sus corazones  y la Felicidad toque a su puerta en este 2015

Quiero compartir en este fin de año algo maravillo que leí y sentí la necesidad de divulgarlo para que en este nuevo año podemos seguir enlazados por esa Fe absoluta en la existencia de Dios.     
..................Para comprender la dimensión real del espíritu de concordia, les  presentó una de las mejores definiciones sobre Dios, en la magnífica página de Eurípedes Barsanulfo (1880-1918). Él fue un respetado educador, político, periodista y médium brasileño. Se trata de una bella poesía en forma de prosa:
     “El Universo es una obra inteligentísima; una obra que trasciende la más genial inteligencia humana; y, como todo efecto inteligente, tiene una causa inteligente, es forzoso inferir que la del Universo es superior a toda inteligencia; es la inteligencia de las inteligencias; la causa de las causas; la ley de las leyes; el principio de los principios; la razón de las razones; la conciencia de las conciencias; ¡es Dios! ¡Dios! Nombre mil veces santo, que ¡Newton jamás pronunciaba sin descubrirse la cabeza!”
     “Oh, Dios, que os reveláis por la naturaleza, vuestra hija y nuestra madre. Yo os reconozco, Señor, en la poesía de la creación, en el niñito que sonríe; en el anciano que tropieza; en el mendigo que implora; en la mano que ayuda; en la madre querida que vela; en el padre extremoso que instruye; en el apóstol abnegado que evangeliza a las multitudes.”
     “¡Oh, Dios! Yo os reconozco, Señor, en el amor del esposo; en el afecto del hijo; en el cariño de la hermana; en la justicia del justo; en la misericordia del indulgente; en la fe del hombre piadoso; en la esperanza de los pueblos; en la caridad de los buenos; en la entereza de los íntegros.”
     “¡Oh, Dios! ¡Yo os reconozco, Señor, en la palabra del poeta; en la elocuencia del orador; en la inspiración del artista; en la santidad del maestro; en la sabiduría del filósofo y en la eterna ardiente imaginación del genio!”
     “¡Oh, Dios! ¡Yo os reconozco, Señor, en la flor de los vergeles, en la hierba de los valles; en el matiz de los campos; en la brisa de los prados; en el perfume de las campiñas; en el murmullo de las fuentes; en el rumoreo de las ramas de los árboles; en la música de los bosques; en la placidez de los lagos; en la altivez de los montes; en la amplitud de los océanos ¡y en la majestuosidad del firmamento!”
     “¡Oh, Dios! ¡Yo os reconozco, Señor, en los lindos antihelios, en el arcoíris multicolor; en las auroras polares; en el plateado de la Luna; en el brillo del Sol; en el fulgurar de las estrellas; en el fulgor de las constelaciones!”
     “¡Oh, Dios! ¡Yo os reconozco, Señor, en la formación de las nebulosas; en el origen de los mundos; en la génesis de los soles; en la cuna de las humanidades; en la maravilla, en el esplendor y en lo sublime del Infinito!”
     “¡Oh, Dios! Yo os reconozco, Señor, en Jesús, cuando ora: ‘Padre Nuestro, que estás en los Cielos...’ o en los Ángeles cuando cantan: ‘Gloria a Dios en las Alturas, Paz en la Tierra a los Hombres [y Mujeres] de la Buena Voluntad de Dios’”.

     Así es más fácil entender el Amor verdaderamente solidario que urge sea universalizado: el que alimenta, que educa, que da seguridad, que proporciona salud, y que, por encima de todo, espiritualiza a los pueblos en su totalidad. 

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